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Está hablando de Matrix, su criatura. La niña de sus ojos. Recuerda que se trata de un sistema de realidad virtual que las máquinas implantan directamente en nuestro cerebro para que no sospechemos que, en realidad, estamos siendo cultivados por ellas en granjas apocalípticas. En la primera entrega, el Agente Smith explica que las primeras versiones de esta matriz eran utopías perfectas, pero condenadas al fracaso. La simulación más precisa es, también, la más injusta desde el punto de vista humano. Pero el programa que la creó sabe ver más allá de eso, así que la describe como armónica. La clase de armonía que sólo pueden proporcionar las cascadas de números digitales.

Salvo un pequeño problema que no ha sabido resolver, claro. Neo. El Elegido.

Neo es una aberración dentro de un sistema perfecto, pero (y esto es lo vital) forma parte del propio sistema. Por utilizar terminología legal y/o pynchoniana, es el vicio propio de Matrix. ¿Todos esos pequeños momentos vitales que lo han llevado hasta la sala de El Arquitecto, desde los más triviales hasta los más reveladores? Parte del plan desde el principio. Más sobre las implicaciones de esto a continuación.

Morpheo considera a su chico de oro como el arma definitiva que les ayudará a ganar la guerra contra las máquinas, pero El Arquitecto tiene otra idea sobre él. Es un incordio que no ha podido eliminar de la programación de Matrix, pero sí ha aprendido a dominar, a integrar dentro del sistema. Lo que nos está diciendo el ilustre barbado es, yendo al grano, que El Elegido es un producto de Matrix, tanto como las mujeres con vestido rojo provocativo o la cantidad de cosas que saben a pollo. ¿Consideras que esta idea es venenosa? Sigue leyendo.