Tres adolescentes españoles inventan una red de carga para coches eléctricos
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Para los mayores, esa gente asentada en los puestos de responsabilidad, que deciden lo que puede hacerse o no, la juventud es sospechosa. Lo es porque les recuerdan que a ellos les queda menos tiempo y porque tienen más empuje y energía. Por eso la tendencia habitual es siempre dar al joven suficientes entretenimientos inocuos, decirle lo que hay que pensar, y señalar al que se deslinda porque arriesga a mostrar nuevos caminos a sus coetáneos. Antonio Machado, que nunca fue viejo, en 1937 con 62 años, arengó a los estudiantes pidiéndoles que se movilizaran: “A los estudiantes os está reservado un gran papel en la revolución, ya que toda revolución no es sino una rebelión de menores”.
Al poeta sevillano le habría gustado la actitud inconformista de Alex Sicart, el adolescente catalán que ha sido reconocido como uno de los jóvenes más influyentes del mundo por la revista Forbes en su lista 30 under 30. En una entrevista con el diario La Vanguardia con motivo de esta distinción, Sicart contaba cómo imaginaba el futuro: un lugar donde no hay bancos ni aseguradoras, con ciudades en las que circulan coches impulsados por energías renovables, sin conductor y de propiedad comunitaria. Donde los trabajadores reciben una renta básica, las administraciones públicas invierten en educación y las decisiones se votan a través de Internet. “Creo que hay que mover la humanidad hacia adelante, afirma en la entrevista Sicart. Los cambios siempre son buenos”. La herramienta con la que Sicart quiere colaborar a la construcción de este futuro que imagina es la tecnología, una pasión que comparte con Elsa Rodríguez y David Andrés, sus compañeros de aventura en la compañía que acaban de fundar: Sharge. Avalada por Audi, el proyecto de Sharge es una red de cargadores para coches eléctricos conectados a Internet y accesibles a través de una aplicación. Los conductores de los vehículos pueden saber siempre dónde encontrar un lugar en el que recargar las baterías, al tiempo que los propietarios de los enchufes comercializan a través de una moneda virtual la electricidad consumida. Una idea que bebe directamente de la economía colaborativa y la cultura propia de Internet en la que Sicart se ha formado.
Sharge no es su primer proyecto. Cuando tenía 13 años -y después de aprender a programar gracias a tutoriales de Youtube-, Sicart montó junto a un compañero una plataforma para compartir las tareas de clase. Lo hizo porque los estudios nunca fueron su fuerte y pensó que sería más fácil y eficaz estudiar entre varios alumnos aprovechando las posibilidades de Internet. “La sociedad, asegura, intenta inmovilizarte, dormirte y sedarte con tanto estímulo. Volverte un vegetal con miedos y adicciones. Las cosas pueden cambiar”. Lo dicho, un tipo sospechoso... y brillante.
Entrevista y edición: Malu Barnuevo, Azahara Mígel, Mikel Agirrezabalaga
Texto: José L. Álvarez Cedena
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