ReACT, el programa del MIT para ayudar a los refugiados
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Filippo Grandi, máximo responsable de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), en una visita a un campo de Libia trataba de poner el acento en una obviedad sobre la que los gobiernos del mundo parecen no querer reaccionar: “la cifra de refugiados y desplazados va en aumento, pero la respuesta a esta crisis no es entrar en pánico, no cerrar las fronteras y los puertos, sino trabajar juntos, a nivel internacional, para encontrar soluciones”. La agencia de la ONU recalca que hay casi 69 millones de personas en el mundo desplazadas o refugiadas a causa de la guerra, la violencia o la persecución por motivos políticos, religiosos o étnicos. Una cifra que vuelve a marcar un vergonzoso récord por quinto año consecutivo y que nos debería obligar a revisar cuáles son nuestras bases morales cuando miramos hacia otro lado y seguimos permitiendo que esto ocurra. Tal vez habría que preguntarse si, como escribió Antoine de Saint Exupery, nosotros “amamos a la especie”.
Admir Masic creció siendo un refugiado. Nació en Bosnia Herzegovina y durante su adolescencia sufrió las consecuencias de la Guerra de los Balcanes, un conflicto armado que desangró el corazón de Europa, geográfica y metafóricamente, a comienzos de los años noventa del siglo pasado. Esa guerra -que recientemente ha recordado el futbolista Luka Modric al explicar que él también tuvo que huir y que fue un niño entre las bombas- fue igual que todas las guerras. Absurda, dolorosa, inútil. Y dejó, como todas, un reguero de refugiados. Gente a la que cercenan su vida y tienen que buscar después cómo recomponerla. Masic, que hoy es profesor en el MIT, supo como hacerlo gracias a su tenacidad e inteligencia. Consiguió estudiar, ir a la universidad en Turín y doctorarse en Químicas. Pero su éxito no le ha llevado a olvidarse de quienes hoy sufren lo que él tuvo que superar en el pasado. Por eso se ha comprometido con el programa MIT ReACT, una iniciativa que se lanzó en mayo de 2017. Se trata de un centro en el que se diseñan y despliegan nuevas oportunidades de aprendizaje para las poblaciones desplazadas de todo el mundo. Un aprendizaje a distancia porque, como reconoce Masic: “cuando llegué al MIT lo primero que me sorprendió fue la educación digital y pensé... dios mío, si yo hubiera tenido esto cuando era un refugiado, mi vida hubiera sido mucho más simple”.
A pesar de que los refugiados viven en muchas ocasiones en situaciones de precariedad muy grandes, resulta estúpido pensar que entre los millones de sirios que han tenido que huir no hay talento. Lo hay, por supuesto, y en gran cantidad. En la misma cantidad, al menos, que en el resto de sociedades. El problema es que en sus condiciones es mucho más complejo permitir que esa inteligencia se exprese y desarrolle. Hala Fadel, empresaria y una de las personas que con más fuerza se ha implicado en el proyecto del MIT ReACT cree que “para inspirar a otros en cualquier población necesitas crear modelos. Y si entre los refugiados nadie lo hace, nadie se convierte en esa persona con la que los demás quieren identificarse, estamos poniendo un techo a la esperanza. Queremos romper ese techo”. Porque romperlo y ayudar a que esas poblaciones crezcan y se desarrollen es -aunque algunos zotes lo nieguen- abrir una puerta al futuro.
Entrevista y edición: Zuberoa Marcos, Azahara Mígel, David Giraldo
Texto: José L. Álvarez Cedena
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